Triunfo de la ciencia pero también de la tecnología
En un instante, a las 13.00 horas, han confluido en el acelerador de partículas LHC los haces a muy alta energía hasta provocar las primeras colisiones. Pero también se han concentrado allí la emoción de miles de físicos e ingenieros de todo el mundo que llevan dos décadas trabajando en el proyecto y las perspectivas de todos ellos de empezar a explorar, a partir de ahora, el terreno ignoto de las leyes de la física en las condiciones extremas recreadas artificialmente en un acelerador. Bajo tanta emoción por el éxito, subyace también la confluencia eficaz de ciencia y tecnología para diseñar y construir esta máquina única.
Han pasado más de dos décadas desde que se empezó a pensar en el LHC, 16 años desde que el proyecto recibió luz verde y más de diez desde que se empezó a construir. Casi 10.000 imanes superconductores conectados uno tras otro hasta cubrir los 26.659 metros de circunferencia del acelerador, han dado no pocos quebraderos de cabeza a los expertos hasta lograr este experimento complejísimo que hoy ha demostrado que funciona. Cualquier cifra o detalle que se tome del LHC marea por lo extremo, desde la temperatura de funcionamiento a 271 grados centígrados bajo cero, hasta la casi velocidad de la luz que alcanzan los haces recorriendo 11.245 veces por segundo los 27 kilómetros del anillo, los 600 millones de colisiones por segundo que se van a registrar en los detectores, o la temperatura 100.000 veces superior a la del Sol que se alcanza en las colisiones. El récord de energía del LHC batido hoy supera con mucho el que tenía hasta ahora el acelerador estadounidense Tevatron, que estaba en torno a 2 TeV, mientras que hoy se han alcanzado los 7 TeV.
Muchos dirán que con este triunfo el foco de atención de la física de partículas, que hace más de medio siglo se había desplazado a EE UU desde Europa, regresa ahora al viejo continente. Sí y no. Es cierto que EE UU renunció a su proyecto equivalente, el SSC, y que ahora el Laboratorio Europeo de Física de Partículas (CERN) tiene en funcionamiento el acelerador más potente que ha existido nunca. Pero no hay que olvidar que centenares de físicos e ingenieros de EE UU participan en el proyecto europeo, junto a los expertos de otros muchos países, así que el triunfo es de todos. Cabe destacar la notable participación de los españoles, físicos, ingenieros y expertos en computación.
Especial entusiasmo se respira hoy en los equipos (de hasta dos mil personas cada uno) de los grandes detectores que registran los efectos de las colisiones del LHC. Llevan años esperando este momento en el que empieza su misión: la toma de datos para investigar las interacciones de las partículas en condiciones de energía que ya no existen en nuestro universo, pero que existieron muy al principio, y explorar a fondo las leyes que las rigen. El lento desarrollo y construcción del acelerador ha supuesto bastantes años de sequía de datos realmente nuevos e importantes en la física de partículas mundial, por lo que ahora hay un auténtico deseo de ponerse manos a la obra con el análisis de todo lo que vaya sucediendo en el nuevo acelerador.
Habrá que esperar seguramente unos meses para que las ingentes cantidades de información que generen los detectores del LHC produzcan descubrimientos, tal es la complejidad de estos experimentos, pero nadie duda de que van a surgir cosas nuevas, como siempre que la ciencia ha accedido a una nueva visión de las cosas.
Muchos se pueden preguntar si merece la pena tanto esfuerzo, si es realmente interesante este experimento, si gastar 3.000 millones de euros (en más de 20 años) tiene sentido para conocer mejor de qué y cómo está hecho el universo. Muchos contestarán que si se suman los gastos en fichajes de los principales clubs futbolísticos y se compara el coste del LHC, no impresiona tanto. Además, prácticamente todas las civilizaciones han invertido esfuerzo en intentar dar respuesta a las preguntas fundamentales sobre cómo son las cosas y cómo empezaron.
Han pasado más de dos décadas desde que se empezó a pensar en el LHC, 16 años desde que el proyecto recibió luz verde y más de diez desde que se empezó a construir. Casi 10.000 imanes superconductores conectados uno tras otro hasta cubrir los 26.659 metros de circunferencia del acelerador, han dado no pocos quebraderos de cabeza a los expertos hasta lograr este experimento complejísimo que hoy ha demostrado que funciona. Cualquier cifra o detalle que se tome del LHC marea por lo extremo, desde la temperatura de funcionamiento a 271 grados centígrados bajo cero, hasta la casi velocidad de la luz que alcanzan los haces recorriendo 11.245 veces por segundo los 27 kilómetros del anillo, los 600 millones de colisiones por segundo que se van a registrar en los detectores, o la temperatura 100.000 veces superior a la del Sol que se alcanza en las colisiones. El récord de energía del LHC batido hoy supera con mucho el que tenía hasta ahora el acelerador estadounidense Tevatron, que estaba en torno a 2 TeV, mientras que hoy se han alcanzado los 7 TeV.
Muchos dirán que con este triunfo el foco de atención de la física de partículas, que hace más de medio siglo se había desplazado a EE UU desde Europa, regresa ahora al viejo continente. Sí y no. Es cierto que EE UU renunció a su proyecto equivalente, el SSC, y que ahora el Laboratorio Europeo de Física de Partículas (CERN) tiene en funcionamiento el acelerador más potente que ha existido nunca. Pero no hay que olvidar que centenares de físicos e ingenieros de EE UU participan en el proyecto europeo, junto a los expertos de otros muchos países, así que el triunfo es de todos. Cabe destacar la notable participación de los españoles, físicos, ingenieros y expertos en computación.
Especial entusiasmo se respira hoy en los equipos (de hasta dos mil personas cada uno) de los grandes detectores que registran los efectos de las colisiones del LHC. Llevan años esperando este momento en el que empieza su misión: la toma de datos para investigar las interacciones de las partículas en condiciones de energía que ya no existen en nuestro universo, pero que existieron muy al principio, y explorar a fondo las leyes que las rigen. El lento desarrollo y construcción del acelerador ha supuesto bastantes años de sequía de datos realmente nuevos e importantes en la física de partículas mundial, por lo que ahora hay un auténtico deseo de ponerse manos a la obra con el análisis de todo lo que vaya sucediendo en el nuevo acelerador.
Habrá que esperar seguramente unos meses para que las ingentes cantidades de información que generen los detectores del LHC produzcan descubrimientos, tal es la complejidad de estos experimentos, pero nadie duda de que van a surgir cosas nuevas, como siempre que la ciencia ha accedido a una nueva visión de las cosas.
Muchos se pueden preguntar si merece la pena tanto esfuerzo, si es realmente interesante este experimento, si gastar 3.000 millones de euros (en más de 20 años) tiene sentido para conocer mejor de qué y cómo está hecho el universo. Muchos contestarán que si se suman los gastos en fichajes de los principales clubs futbolísticos y se compara el coste del LHC, no impresiona tanto. Además, prácticamente todas las civilizaciones han invertido esfuerzo en intentar dar respuesta a las preguntas fundamentales sobre cómo son las cosas y cómo empezaron.
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